"Oración del Huerto" - Andrés Mantegna. 1458 d.C. - Actualmente en el Museo de Bellas Artes, Tours, Francia.
Mateo 26:36-44.
Jesús nos invita a velar con ÉL (Mateo 26:38) atravesando la aflicción de seguirle (Mateo 26:37; Juan 16:33). Solo velando con ÉL es que podemos caminar por encima de la tentación mundana, porque "el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26:41).
“El apóstol Pablo describe armas espirituales en Efesios, 2 Corintios y Tesalonicenses, y las llama ‘armas de justicia’ y ‘la armadura de Dios’ para separar a los cristianos de las
armas físicas, mundanas, para que sepan que como un pueblo espiritual, luchan espiritualmente contra enemigos espirituales” (Martín Lutero - Sermón del primer domingo de Cuaresma. 18).
Jesús escogió el camino de la tristeza y la angustia en oración, no porque gustara de esas cosas en sí, sino porque eran necesarias para prepararse para lo que su Padre quería de ÉL. Cuando no nos evadimos de nuestra realidad, cuando nos inspeccionamos, buscando con toda sinceridad encontrar nuestras faltas para santificarnos, cuando elegimos la introspección, la contrición, el arrepentimiento, la humillación, el conocer la realidad de cómo nos ve Dios; estamos escogiendo el camino de la tristeza y la angustia en oración, no porque gustemos de esas cosas en sí, sino porque las entendemos necesarias para prepararnos para lo que nuestro Padre quiere de nosotros. Estamos yendo rumbo a la cruz con la certeza de que cuando morimos es que vivimos, ir a la cruz es la única opción que tenemos para dar fruto, verdadero fruto. De esta forma estamos siguiendo a Jesús.
Ambrosio, obispo de Milán del siglo IV, escribió al respecto:
“Admiro la tristeza del Salvador, y veo en ella, más que en ninguna otra cosa, su caridad y su majestad… Nombro confiadamente su tristeza, porque predico la cruz. Debió tomar el sufrimiento para poder triunfar. No merecen los honores del triunfo los que asustados huyen de las heridas en vez de abrazar el dolor. Quiso enseñarnos, pues, cómo podríamos vencer”.
¿Por qué hay tantos fracasos en los combates de la vida cristiana? Por la ausencia de clamores incesantes en Getsemaní, previos a la batalla. Así el débil dice: "No pude", cuando debería decir: "No oré".
Primero vienen la oración, el ayuno y las lágrimas; luego el pueblo sale a la victoria.
Oh Señor, haznos más como Jesús.
Oh manos, no se atrevan a hacer, jamás, sin antes unirse en peticiones, ruego y alabanzas.
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