MAÑANA DEL DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Primero despiértate tú, y pasa un poco de tiempo en oración para prepararte y así guiar a tu familia bajo la dirección del Espíritu Santo.
También prepara lo que vas a leerle y hablar a tu familia, y la vela más grande de lo común con una cruz en el centro, para encender en la oscuridad. Recuerda que ella representará a la luz de Jesús en medio de las tinieblas de este mundo.
Esta mañana es ideal para que toda la familia se despierte antes del amanecer en la oscuridad de la noche. Primero les hablaremos de que así como está todo en oscuridad, así estuvo el mundo antes de la venida de Jesús, y para la gente sin el Señor aún es así.
Y luego leemos en familia Juan 20:1-18.
Este pasaje fue leído por la Iglesia de Cristo en el “Domingo de Resurrección” desde los primeros siglos. Y aún hoy lo utilizan en sus liturgias para esta celebración los anglicanos, presbiterianos, luteranos y católicos romanos.
DESPUÉS DE HABER LEÍDO EL PASAJE DEL EVANGELIO
En el pasaje vemos un gran desconcierto e incredulidad. María Magdalena es la primera que ve el sepulcro vacío y piensa que se llevaron a Jesús (20:1,2) y por eso llora (20:11). Luego Pedro y Juan corren desesperadamente a ver qué pasó. Juan creyó que Jesús había resucitado (20:8), y Pedro estaba maravillado (Lucas 24:12), probablemente formando parte de los que aún no creían que el Señor hubiese resucitado (Marcos 16:11) hasta que fue el primero de los apóstoles a quien se le presentó vivo (1 Corintios 15:5; Lucas 24:34).
Pero antes que a Pedro, Jesús se apareció a María Magdalena (Marcos 16:9) y le dijo algo que es difícil de interpretar: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).
Mateo 28 menciona que María Magdalena estaba acompañada en ese momento por otra María (28:1), y que cuando “Jesús les salió al encuentro… ellas acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron” (28:9).
Por lo que las palabras de Jesús en Juan 20:17 pueden querer decir, como explicó Leon Morris: “Deja de sujetarme. No es necesario que lo hagas, ya que aún no ha llegado el momento de mi ascensión definitiva. Podrás verme durante unos días más”.
María Magdalena se había abrazado a los pies de Jesús y no lo soltaba. ¿Acaso no haríamos exactamente lo mismo nosotros?
Pero Jesús tenía una misión para ella: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).
Cuanto quisiéramos estar en este momento abrazados a los pies de Jesús, y no aún en este mundo. Pero ÉL tiene una misión para nosotros: que anunciemos en todo lugar a toda persona: ¡Cristo resucitó!. ¡ÉL vive! Jesús es el Hijo de Dios, crean en ÉL. Los que creen en ÉL resucitarán “para vida eterna”, y los que no “para vergüenza y confusión perpetua” (Daniel 12:2).
“El que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús” (2 Corintios 4:14).
Hoy celebraremos la Santa Comunión con la celebración de que Cristo murió por nosotros, y el Padre lo resucitó para que el poder de su resurrección opere en nuestro presente y futuro. Personas que estaban en tiempos penitenciales vuelven a la Comunión. Los bautismos de esta época se hacen en este día. Es tiempo de gozo.
Como Iglesia cantamos el Aleluya como lo han hecho nuestros hermanos a través de siglos y siglos en todo el mundo.
Este domingo no es un día festivo más, sino la fiesta primordial de los cristianos (1 Corintios 15:14), el acontecimiento central de toda la historia, la prueba de que Jesús es el Hijo de Dios (Romanos 1:4). Por este motivo en los primeros siglos no se permitía ayunar ni orar de rodillas el domingo de resurrección: “En este día de fiesta no se debe ayunar, y en el culto no nos debemos arrodillar ni siquiera una vez” (Tertuliano - “De Corona” 3. Basilio - “De Spiritu Sancto”. 27); “El que se aflige el domingo, es reo de pecado” (Tertuliano - “Didascha Apostolorum” 21).
A medida que va amaneciendo explicamos que Jesús es el "sol de justicia" (Malaquías 4:2) que el Padre resucitó en ese momento, ÉL es la luz (Juan 8:12) que volverá para que ya el mundo no esté más en oscuridad. Así como resucitó, también volverá.
Es un momento de celebración de la resurrección de Cristo. ¡Jesús vive!
PRÁCTICA EN FAMILIA
Oren agradeciendo al Señor por:
1- su obra de amor incalculable en su muerte, resurrección y salvación.
2- lo que hizo en ustedes y la Iglesia en estos días de Semana Santa de Pascua.
Y clamen de todo corazón que Dios bendiga con abundante gracia, gozo y poder la reunión de hoy de “Domingo de Resurrección”. Tanto la reunión de los niños como la de los mayores. Esta es una celebración puramente espiritual, solo se puede entender y disfrutar bajo “sabiduría y revelación” de ÉL (Efesios 1:17-20).
Como padres impongan las manos sobre sus hijos, oren para que Dios los bendiga. Háganlo creyendo que el mismo poder que resucitó a Jesús de entre los muertos opera en y a través de ustedes (Efesios 1:19,20).
PRÁCTICA A SOLAS
Luego, si puedes, ya a solas, lee acerca del resultado de la resurrección de Jesús en los creen en ÉL:
1 Corintios 15:20-25
Romanos 8:11-15
Necesitamos entender qué significa su resurrección.
1- Cristo resucitó a una nueva vida, nosotros al creer en ÉL resucitamos a una nueva vida en el presente (Romanos 8:11-15).
Ya experimentamos un anticipo de esa resurrección. Y en ese anticipo estamos “sentados en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6), y podemos y debemos vivir buscando las cosas de arriba (Colosenses 3:1-7), viviendo a la altura de lo que se nos concedió (Efesios 4:1). Morimos con Jesús a nuestra vieja vida (2 Corintios 5:17), y en su resurrección, Jesús nos comunicó parte de su naturaleza divina (2 Pedro 1:3,4). Jesús se vistió de nuestra humanidad, para vestirnos de ÉL.
2- Cristo resucitó, en un abrir y cerrar de ojos experimentaremos la resurrección final de los creyentes en el futuro. Nos vestiremos de “inmortalidad” (1 Corintios 15:51-53), y nuestro cuerpo será “semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:20,21).
El paso de Jesús de la muerte a la vida, de la tierra al cielo, es la consagración de la victoria definitiva que ha ganado contra el diablo, la carne y el mundo. Y esa victoria la trasladó a todos lo que creemos en ÉL. No solo nos trajo perdón de pecados, sino que también el poder de su resurrección ya opera durante el curso entero de la vida del creyente en la tierra, y un día nos llevará a nosotros también de la tierra al cielo.
¡Por todo esto, esta fiesta de Resurrección fue llamada “Solemnidad de Solemnidades”!
Clama vivir tú y tu familia según el alto llamamiento que se te ha hecho y toda la gracia que se te ha confiado en el poder de la resurrección de Jesús.