Oh Jesús, con mansedumbre y humildad de corazón, escúchame.
Líbrame, Señor Jesús:
del deseo de ser estimado,
del deseo de ser ensalzado,
del deseo de ser honrado,
del deseo de ser alabado,
del deseo de ser preferido a otros,
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aprobado,
del temor de ser humillado,
del temor de ser despreciado,
del temor de ser reprendido,
del temor de ser olvidado,
del temor de ser ridiculizado,
del temor de ser agraviado,
del temor de ser tenido por sospechoso.
Y dame, Jesús, la gracia para luchar:
para que otros sean amados,
para que otros sean estimados,
para que otros puedan ser usados por ti para la gloria de tu nombre,
sin mirar si ellos miran atrás para agradecer mi ayuda.
Dame la gracia de amar tanto a tu iglesia,
que mi gozo sea el avance de tu pueblo,
sin jamás esperar una migaja de recompensa de hombre alguno.
Ayúdame, Señor, a trabajar para que otros sean santos,
y que yo pueda ser
todo lo santo que debo ser,
preguntándome en todo momento:
¿Quiere algo más mi Señor?
¿Hay algo más que pueda hacer para su Majestad el Rey?
Por favor, Dios de toda gracia,
que “mi comida sea hacer la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34).