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Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén

Missio • 22 de marzo de 2021
"Camino del Calvario" - Simone Martini. 1333 d.C. Actualmente en el Museo del Louvre, París, Francia.

  • "'Concédenos Señor, mientras practicamos estos ejercicios de Cuaresma, la gracia de comprender cada vez más el misterio de Cristo y de reproducir en la santidad de nuestra vida las disposiciones de su alma' ("Sacramentarium Gelasianum" del siglo V). Entendemos que si queremos 'llegar a la resurrección de entre los muertos' (Filipenses 3:11), antes tenemos que entregarnos con plena voluntad para hacernos semejantes a ÉL en su muerte (Filipenses 3:10)". 

Lucas 23:27-31.

Es normal en el ser humano caído la auto-compasión y el gusto por la compasión de otros al sufrir injusticias. La carne y el diablo, junto a personas cercanas, pueden confabularse para llevar nuestra perspectiva de lo que estamos viviendo hacia vernos como pobres víctimas dignas de ser lloradas. Lo cual, en el fondo, como cristianos sabemos que termina siendo culpar a Dios.
Jesús ve el llanto de estas mujeres y les dice con toda firmeza (aún en ese momento de quebranto): “No lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos” (Lucas 23:28). 
Dicho de otro modo: “Yo no soy una pobre víctima desamparada. Estoy en manos de mi Padre, ÉL me ama y en su amor estoy seguro. Esto tiene un propósito y para esto vine (Juan 12:27). ÉL ve el mal que Jerusalén está haciendo hoy, y me vindicará, ÉL es mi Juez. Por tanto, mas bien lloren por ustedes y sus hijos”.
Si el Hijo de Dios santo e inocente estaba sufriendo así, ¿qué vendría sobre aquellos que despreciaron los tesoros de la misericordia?

Cuando ante las injusticias que otros nos hacen, de nuestra parte solo esperamos de nuestro Dios comprensión, ayuda y vindicación (Salmo 17), y con respecto a los demás nos preocupamos por su imperiosa necesidad de arrepentimiento de lo que nos hicieron, estamos siguiendo a Jesús. Cuando alguien nos falla o comete una injusticia contra nosotros, y ahí entendemos que "todo lo que el hombre sembrare eso también segará" (Gálatas 6:7), por lo que nuestro foco está puesto en lamentar las consecuencias que tendrá eso en él o ella, estamos siguiendo a Jesús.
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En el mes de noviembre celebramos el evangelio del reino de Dios. Desde el 2 de noviembre hasta el día de la Celebración del Reino de Cristo (el domingo anterior al comienzo de Adviento). Tenemos por delante días de celebración donde Dios quiere hablarnos y revolucionar nuestras vidas e Iglesias. Como escribió Darrel Bock: "Nada lleva más al estancamiento que una institución olvide para que existe". Si como Iglesia perdemos de vista, confundimos o traicionamos para qué existimos, solo nos espera el fracaso total. ¡El evangelio del reino de Dios es esencial a nuestra existencia!
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Estamos en tiempo de Cuaresma . “Quadragesima” (latín), *”Cuaresma”* en castellano, o “Lent” como se lo llama en inglés en las Iglesias Anglicanas, Luteranas, Presbiterianas, Metodistas y muchas Bautistas, data desde el siglo IV en el primer Concilio de Nicea (325 d.C.), cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y la oración. Al principio hubo discusiones sobre si se debía ayunar un día en este período, 15 días o si 40 días. Hasta que en el año 331 d.C. Atanasio exhorta en sus “Cartas Festales” al ayuno en toda la Cuaresma. Y así se hizo por muchos siglos. Si quieres ayunar en este tiempo, puedes aprender más sobre el ayuno de Cuaresma AQUÍ . Los que estamos bautizados nos preparamos fuertemente para la renovación de nuestra consagración bautismal. Y los que no están bautizados para recibir el bautismo en el “Domingo de Resurrección”. Es tiempo de reflexión, contemplación, humillación, arrepentimiento, confesión, conversión, santificación, ayuno, oración, perdón, entrega, devoción y caridad. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, buscando ser más como ÉL, y amarle más. 1 Juan 2:6 nos exhorta: “El que dice que permanece en ÉL, debe andar como ÉL anduvo”. La Cuaresma dura 40 días. Comienza el “Miércoles de Ceniza” en el que ayunamos, y termina el Domingo de Ramos, el cual a su vez inaugura la Semana Santa. Nosotros, en el primer período de 30 días, desarrollamos tiempos devocionales a la mañana en los que oramos un pasaje específico de un Salmo, y luego leemos una porción del evangelio. Una vez terminado este primer período, en las 2 semanas llamadas “El Tiempo de Pasión” (refleja el tercer año del ministerio del Señor y los últimos sucesos de su vida terrenal), hasta el “Domingo de Resurrección”. En las “Estaciones de la Cruz” (hasta el Domingo de Resurrección) somos invitados a la imitación de Jesús para poder seguirle. Lo miramos a ÉL cada mañana para saber cómo debemos ser nosotros. Pero no solo eso. Como en la Cuaresma, nuestro foco de atención también está puesto en admirar a Jesús, nos entregarnos para ser conquistados por su amor inigualable, incomprensible, sin medida, fuera de toda lógica. Agustín de Hipona escribió: “Señor y Dios mío, todo lo que veo sobre la tierra y por encima de ella, todo me habla y me exhorta a amarte, porque todo me dice que ha sido creado por el *amor* que me tienes”. Si todo lo que vemos en la creación debería llenarnos de amor y admiración por nuestro Dios, ¿cuanto más el acto directo de amor supremo cuando se dio a nosotros enteramente en la Semana Santa? Por esto el apóstol Pablo escribió: “el amor de Cristo nos impulsa” (2 Corintios 5:14 - RV2015). Una vez que llegamos al Domingo de Resurrección disfrutamos de la celebración más gozosa del año. Puedes escuchar nuestros sermones de este tiempo AQUÍ .
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