"Cristo en la Cruz entre dos Ladrones" - Frans Francken II. Siglo 17. Actualmente en el Museo de Bellas Artes, Pau, Francia.
- "'Concédenos Señor, mientras practicamos estos ejercicios de Cuaresma, la gracia de comprender cada vez más el misterio de Cristo y de reproducir en la santidad de nuestra vida las disposiciones de su alma' ("Sacramentarium Gelasianum" del siglo V). Entendemos que si queremos 'llegar a la resurrección de entre los muertos' (Filipenses 3:11), antes tenemos que entregarnos con plena voluntad para hacernos semejantes a ÉL en su muerte (Filipenses 3:10)".
Lucas 23:39-43.
En esta crucifixión hay tres personas. Dos permanecen fieles a lo que ya eran, y una cambia.
Hay un malhechor que permanece fiel a sí mismo. Impenitente, con un corazón duro, en odio y burla.
Hay otro malhechor que en la condenación cambia, reconoce su maldad, por lo visto ya tenía un previo conocimiento de Jesús, ya que afirma que Jesús “ningún mal hizo” (Lucas 23:41), cree que Jesús es el Cristo que volverá en su reino (lo más probable por haberlo escuchado en Jerusalén enseñar de que volverá en su reino), y le ruega ser tenido en cuenta en su regreso.
Y también, en ese lugar, está Jesús. En el Salmo 22 ÉL mismo describe ese momento: “Me han rodeado muchos toros… he sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar… Perros me han rodeado… horadaron mis manos y mis pies”. El cuerpo que se desploma sobre los clavos desgarrando, el dolor extremo, la asfixia, la agonía, la debilidad, las traiciones, las burlas, es la hora de las tinieblas (Lucas 22:53). Pero Jesús, bajo la aflicción total, sigue siendo Jesús. Ni se amarga resentidamente contra los pecadores, ni se hunde pensando que si después de 3 años de ministerio toda la gente reaccionó así todo lo que haga es en vano, ni se concentra en sí mismo. Jesús sigue siendo Jesús. Firme y centrado en su propósito. ÉL está siguiendo el plan del Padre, y el Padre sabe lo que está haciendo. Por lo que aún, crucificado y supuestamente vencido, sigue haciendo promesas: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Cuando hemos seguido el plan de nuestro Padre, y nada detiene nuestra fe que ÉL sabe lo que hace, y por esto no nos desvirtuamos, no cedemos, seguimos avanzando en nuestro propósito predicando el evangelio con corazones limpios de la más mínima amargura, estamos siguiendo a Jesús.
Jesús estuvo en la cruz como José en la cárcel, entre dos malhechores. Ahí uno es puesto en libertad y el otro es asesinado (Génesis 40). Acá uno es salvado y el otro perece.
En su quebranto, al borde la condenación, este hombre logra ver quién es Jesús. Juan Crisóstomo, en el siglo IV, clama: "Dime, oh buen ladrón, dime, audaz salteador de los Cielos, ¿cómo pudiste conocer este Reino? Cuanto ves son clavos, cruces, acusadores, afrentas, burlas; pues, ¿cómo llamas Rey al reo?".