Laudate Catecismo

Catecismo


20- LAUDATE 


Salmo 89:15-18:

“15 Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte;

andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.

16 En tu nombre se alegrará todo el día,

y en tu justicia será enaltecido.

17 Porque tú eres la gloria de su potencia,

y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder.

18 Porque Jehová es nuestro escudo,

y nuestro rey es el Santo de Israel”.


En este Salmo, el Espíritu Santo nos da una bienaventuranza: “Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte”. A estas personas les irá bien, son bienaventuradas. Ellos “andarán a la luz del rostro del Señor”. Esto quiere decir que serán personas que vivirán su vida en la guía y bendición de Dios. Su vida de devoción a Dios nutre y define todo su día: “en tu nombre se alegrará todo el día, y en tu justicia será enaltecido”. Días de gozo más allá de las circunstancias y la obra de Dios a su favor.

Personas así reciben fuerzas del cielo: “Porque tú eres la gloria de su potencia, y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder. Porque Jehová es nuestro escudo”.

¿Quieres vivir así bajo la bienaventuranza de Dios?

¡Esto es lo que buscamos en el Laudate!


Como vimos en la primera parte de esta Catequesis (”Qué Somos”), Missio preserva mucho de la tradición histórica de la Iglesia cristiana, de la Reforma del siglo 16, y más específicamente dentro de la Reforma, del movimiento Anglicano y Luterano, y también del posterior movimiento Metodista. Lo que llamamos Laudate, es un compilado de estas históricas prácticas de devoción que aún vivimos en el día de hoy junto a ellos.


HISTORIA

Aunque ningún miembro tiene obligación de hacerlo, ni imaginamos que esta sea la única manera de orar y adorar, en Iglesia Cristiana Missio practicamos lo que denominamos “Laudate” (palabra en latín que significa “alabanza”, y que históricamente se ha emparentado con los tiempos devocionales cristianos). Se trata de una práctica de oración y adoración que puedes encontrar en nuestra página web (Recursos/Laudate).

Históricamente en algunos casos se le llamó “Liturgia de las Horas” a los tiempos en que la Iglesia oraba cada día en ciertos momentos específicos del día y la noche. Muchos luteranos lo llaman “Oraciones Diarias Luteranas”.


La práctica de orar a ciertas horas del día o de la noche se remonta a los judíos, de quienes los cristianos la tomaron prestada. Daniel 6:10 nos deja ver cómo se oraba tres veces al día (tercia, sexta y nona).

En el Salmo 119:164 el salmista dice: “Siete veces al día te alabo”. Ahí encontramos la práctica de orar y adorar a Dios siete veces cada día.

Respondiendo al mandato de Jesús cuando habló de la “necesidad de orar siempre” (Lucas 18:1), y más tarde el apóstol Pablo escribió “orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17), muchos cristianos desde el principio lo hicieron con siete tiempos, denominados al principio como:

De la mañana o “matutinae praece” (“oración matutina”).

Prima

Tercia.

Sexta.

Nona.

Vísperas.

Canto del Gallo.

(“Constituciones Apostólicas” - VIII, IV).


Y luego:

Maitines.

Laudes.

Tercia.

Sexta.

Nona.

Vísperas.

Completas.


Los apóstoles observaban la costumbre judía de orar a medianoche, tercia, sexta y nona (Hechos 3:1; 10:1-3,9,30; 16:25). La oración cristiana de aquella época consistía de casi los mismos elementos que la judía: recitación o cántico de los Salmos, lecturas del Antiguo Testamento, a las que pronto se añadieron las de los Evangelios, los Hechos y las Epístolas, y en ocasiones cánticos compuestos o improvisados por los presentes.

Los pasajes que oramos y leemos, el orden de los Salmos diarios, etc, siguen la tradición de los primeros siglos. 


CÓMO VIVIRLO

En el Salmo que leímos al principio decía: “Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte”. Necesitamos saber, desarrollar el conocimiento de cómo “aclamar al Señor”.


Lo primero que podemos decir para aprender es que Laudate es nuestra entrega devocional diaria a Dios en 1) santificación y consagración, 2) adoración, alabanza y gratitud, 3) comunión, 4) oración y 5) edificación y empoderamiento. Laudate tiene que incluir todo esto.

Primero debemos ponernos a cuenta con Dios de todo lo que hayamos dicho o hecho que no le agrada (1 Juan 1:9; Santiago 4:8-10), y rendir nuestras vidas por completo (Santiago 4:7).

Luego le expresamos nuestro amor, exaltamos sus virtudes y reconocemos que todo, absolutamente todo, lo que nos gusta y lo que no, son expresiones de un Dios que nos ha amado con un amor indefinible, incomprensible e imparable. De esta manera entramos en comunión íntima con ÉL (Salmo 100:4; 25:14). 

En comunión con ÉL oramos por nuestros hermanos, la Iglesia, familiares, los perdidos y por nosotros. Y a medida que avanzamos dándole culto y derramando nuestros corazones en oración (Salmo 62:8) y leemos las Escrituras e historias que nos impulsan, vamos siendo edificados en la fe y empoderados por el Espíritu Santo (Efesios 5:18).


Ahora, es muy importante que prestemos atención a esto: esta devoción a Dios debe hacerse con fe:

Santiago 1:6,7:

“6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 

7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor”.


Sin esta fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6), son solo afirmaciones con verdad pero que no afectan en absoluto el corazón y no dan el más mínimo culto a Dios. Cada petición debe ser creída. Nada debe ser repetido por solo decirlo, si no es conjuntamente una petición del corazón Dios lo rechazará. Cada petición y alabanza debe ser meditada, insistida hasta que se haga un impulso propio y brote con toda sinceridad.


Para esto también es vital que sea un tiempo en el Espíritu Santo 

Efesios 6:18:

“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.


Para esto la ayuda del Espíritu Santo debe ser pedida a Dios en cada tiempo con ÉL, y debe ser pedida como “pobres en espíritu” que tienen esta única oportunidad (Lucas 6:20,21,24,25; Santiago 4:6). O el Espíritu Santo nos ayuda en el Laudate o no tendrá ningún valor real.

Romanos 8:26,27:

“26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 

27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos”.


4 TIEMPOS EN EL DÍA

Laudate tiene 4 tiempos diferentes al día:

Maitines (al despertar a la mañana. Llamado en la tradición Anglicana "Oración Matutina"):

Este tiempo, que se tiene con la primera luz del día, trae a la memoria la resurrección del Señor Jesús, que es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres (Juan 1:9) y el “sol de justicia” (Malaquías 4:2), con el que “nos visitó de lo alto la aurora” (Lucas 1:78); y es donde damos nuestro primer culto y consagramos a Dios el día y todas las circunstancias. 

Cipriano escribió en el año 258 d.C.: “Por la mañana se debe orar, para celebrar con la plegaria la resurrección del Señor” (“De Oratione Dominica”. 34). 

Cuando el sol va alzándose en el horizonte, levantamos con Cristo una gran alabanza al Padre celestial.

Hipolito de Roma, en el año 235 d.C. aconsejó: “Todos los fieles, hombres y mujeres, cuando por la mañana se levanten del sueño, antes de emprender cualquier obra, harán oración a Dios antes de acudir a su trabajo” (“Tradición Apostólica”. 41).


Tercia (9 de la mañana):

Tertuliano en el año 220 d.C. escribió: “En la hora tercia fue infundido por primera vez el Espíritu Santo a los apóstoles cuando estaban reunidos (Hechos 2:15)” (“De Oratione” 25). 

Nos tomamos unos 5 minutos para pedirle a Dios, ahí donde estamos, los resultados en nuestra vida de que la promesa del bautismo del Espíritu Santo se cumplió (Hechos 2:17, 18, 39). La Iglesia está inmersa en el Espíritu Santo. La obra más plena, poderosa y extensa jamás vivida por el pueblo de Dios está disponible para nosotros.

“Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13).


Nona (3 de la tarde):

Es a las 3 de la tarde porque se conmemora el momento en que Cristo murió en la cruz (Lucas 24:44-46).

En Hechos 3:1 y 10:30 vemos que los primeros cristianos consideraban este momento como “la hora de la oración”.

Hipólito, pastor de Roma, en su obra “Traditio Apostolica” (año 235 d.C.), escribió: “Hay que hacer una gran plegaria y una gran bendición en la hora nona, para imitar la forma como el alma de los justos alaba a Dios. En esta hora, del costado abierto de Cristo brotó agua y sangre”.


Completas (antes de dormir. Llamado en la tradición Anglicana "Oración Vespertina"):

Cipriano escribió en el año 258 d.C.: “Al ponerse el sol y terminar el día, de nuevo es necesario orar. Puesto que Cristo es el sol indeclinable y el día verdadero, al faltarnos la luz y el día naturales, oramos y pedimos que de nuevo la luz venga sobre nosotros. En realidad, pedimos que venga Cristo, portador de la luz eterna” (“De Oratione Dominica”. 34). 

Nos refugiamos al amparo del Altísimo y a la protección de Dios (Salmo 91). Y hacemos nuestras las palabras finales de Jesús en la Cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46); y las últimas palabras de la Hora piden que el Señor nos conceda una noche en paz con un buen descanso, y prepare nuestros corazones para todo lo que ÉL tiene preparado para nosotros en el siguiente día.


Nuestro tiempo de LAUDATE varía según los diferentes tiempos de la Iglesia en el año (Adviento, Navidad, Pascua, Pentecostés, etc). 


CONCLUSIÓN

Cada día nos unimos junto al resto de la Iglesia en este tiempo con Dios. Sabiendo que nuestros hermanos también están compartiendo desde sus casas los mismos elogios, expresiones de amor y gratitud, y oraciones, que nosotros. Estamos unidos en comunión con nuestro amado Dios.


Nuestra vida está consagrada a la alabanza llena de amor y elogio de nuestro Dios. Por lo tanto, nuestro despertar es el comienzo, durmiéndonos por la noche aún con los pensamientos de elogio de Completas. En la alabanza y adoración a Dios el ser humano no solo encuentra la fuente de su vida, sino también su perfecto lugar, la adoración es la postura sana, buena y verdadera del alma. Es ahí donde todo se ordena, es el principio, la sabiduría fundamental de donde se deriva todo lo demás (Salmo 111:10). “En los atrios de nuestro Dios florecemos” (Salmo 92:13).




Haz click AQUÍ  para ver lo esencial de nuestra fe cristiana.

Share by: