Hechos 1:1-4:
“1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
2 hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
3 a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
4 Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”.
Como ya vimos en la primera parte de este Catecismo (”Qué Somos”), Missio preserva algunos aspectos de la tradición Pentecostal y algunos sectores del Metodismo, en esta lección nuestra fe concuerda con ellos en la continuidad de la obra del Espíritu Santo en nuestros días, de la misma manera que en el primer siglo. Pero esto no incluye la perspectiva Pentecostal sobre el Bautismo del Espíritu Santo y la supuesta evidencia física inicial del hablar en lenguas. Una persona puede hablar en lenguas o no, y estar llena del Espíritu Santo.
LA PROMESA DEL PADRE
Después de 3 días de haber muerto en la cruz, el Padre resucitó a Jesús, y ahí, dice el versículo 3: “se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles (a los apóstoles) durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios”.
Y luego les dice algo MUY importante:
Hechos 1:4:
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”.
Jesús le dice a sus discípulos que no hagan nada hasta que se cumpla “la promesa del Padre”.
Dios había prometido por medio del profeta Joel y del profeta Isaías que a través de la llegada de su Hijo vendría el Espíritu Santo de una manera especial (Joel 2:28,29; Isaías 32:15; 44:3,4).
Jesús durante su ministerio había prometido: “El que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38). Anticipando la obra del Espíritu santo que vendría.
Pero más tarde, Jesús, un día antes de morir, habló más claramente de esta promesa del Padre, diciendo: “El Padre os dará otro Consolador (en el griego original se refiere a otro que los ayudará como ÉL los ayudó), para que esté con vosotros para siempre... el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre” (Juan 14:16,26).
La promesa es que el Espíritu Santo vendría a la Iglesia de una forma más plena, poderosa, permanente y extensa, como jamás había sucedido.
El Espíritu Santo, la llamada tercera persona de la “Trinidad”, Dios, "Señor y dador de vida" ("Credo Niceno-Constantinopolitano" del año 381 d.C.), consubstancial con el Padre y el Hijo e inseparable de ellos, al punto de que en Romanos 8:9 es llamado "el Espíritu de Cristo", pero en Mateo 10:20 Jesús lo define como "el Espíritu de vuestro Padre", quien estuvo plenamente involucrado en la creación, y ÉL mismo es Creador (Job 33:4; Salmo 33:6; 104:29,30; Ezequiel 37), que dotó a los jueces (Jueces 3:9; 6:34; 11:29; 14-16; 1 Samuel), los artesanos (Éxodo 31:1-11; 35:30-36:2; 37:1), los líderes nacionales (1 Samuel 16:1-13) y los profetas (Jeremías 20:7; Ezequiel 11:5; Miqueas 3:8; Hebreos 1:1; 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:19-21); ahora vendría de una manera nueva a obrar en el pueblo de Dios.
Jesús fue crucificado al siguiente día de hablar de esta promesa del Espíritu Santo, a los 3 días el Padre lo resucitó, se encontró con sus apóstoles, y les dijo: “Yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros (que vendría el Espíritu Santo); pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49).
Tenían que esperar en Jerusalén sin hacer nada, hasta que el Espíritu Santo les diera el poder: “hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”.
Y esto es lo que leímos en Hechos 1:4:
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”.
No solo el Padre lo prometió a través de los profetas Joel e Isaías, sino que también lo prometió por medio de su Hijo Jesús: “la cual, les dijo, oísteis de mí”.
Ahora debían esperar en Jerusalén porque faltaba muy poco para que esa promesa se cumpla.
Hechos 1:5:
“Porque Juan (se refiere a Juan el Bautista) ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.
Así como Juan el Bautista llevaba a la persona a una inmersión en el agua, la Iglesia quedaría sumergida en el Espíritu Santo. Como bautizada con el Espíritu Santo.
Jesús se iría, pero vendría el Espíritu Santo trayendo una nueva era para el pueblo de Dios, con una obra del Espíritu Santo más plena, más poderosa y más extensa. Como jamás el pueblo de Dios había experimentado.
Jesús ya no estaría con ellos, el que estaría con ellos es otro en su lugar: la tercera persona de la “Trinidad”, el Espíritu Santo.
LOS APÓSTOLES NO ENTIENDEN
¡Esta es una noticia infinitamente gloriosa!
El problema es que los apóstoles no la entienden, y como todo lo que no entendemos, no lo valoramos.
Ellos están preocupados por otra cosa, como vimos en la sección 7:
Hechos 1:6:
“Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”.
No es que no fuera importante esto. No, todo lo contrario, ellos están preocupados por algo totalmente central: ¿cuando Jesús establecerá el reino de Dios en la Tierra?
Y Jesús les responde:
Hechos 1:7:
“Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”.
Jesús responde que ÉL establecerá el reino de Dios en la Tierra cuando el tiempo de su Padre se cumpla. Ese tiempo perfecto, dice Jesús, “está en la sola potestad” del Padre.
Ellos tienen que confiar que cuando sea el tiempo perfecto, Jesús establecerá el reino de Dios en la Tierra.
Pero... hay un “pero” muy importante... Noten:
Hechos 1:7,8:
“7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
8 pero...”.
Este “pero” está diciendo puntualmente: “Por el tiempo de cuando voy a establecer el reino de Dios en la Tierra NO deben preocuparse, lo tienen que dejar en las manos del Padre. PERO... hay algo a lo que sí deben estar bien atentos ahora”.
Hechos 1:7,8:
“7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;
8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
Vuelvo a decir, es como si dijera: “Por el tiempo de cuando voy a establecer el reino de Dios en la Tierra NO deben preocuparse, lo tienen que dejar en las manos del Padre. PERO... hay algo a lo que sí deben estar bien atentos ahora:
1- recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo
2- una vez que hayan recibido el poder del Espíritu Santo, me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
“¡Esto es MUY importante para ustedes ahora! MUY. A esto sí deben estar bien atentos ahora”.
EL ENVÍO DEL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu Santo que en ese momento estaba por llegar, viene a ser una ayuda tan importante para nosotros que Jesús dijo: “Yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7).
¿Se imaginan?
Los apóstoles tenían a Jesús en Persona. Lo podían ver, escuchar todo el tiempo, hacía los milagros más extraordinarios. Era “Dios manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16), “el resplandor de (la) gloria (de Dios)” (Hebreos 1:3), “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). Lo tenían de día y de noche con ellos.
Pero Jesús les dice que el Espíritu Santo será tal ayuda para ellos, que es mejor que Jesús se vaya, así viene el Espíritu Santo...
“Yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7).
Ahora, hay otro punto extraño en estas palabra de Jesús.
Jesús dice: “si me fuere, os lo enviaré”.
Sin embargo leímos que Jesús dijo, según Juan 14:16,26: “El Padre os dará otro Consolador... el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre”.
En Juan 14;16,26 leemos que el Padre enviará el Espíritu Santo. En Juan 16:7 Jesús dice que ÉL, Jesús, enviará al Espíritu Santo.
Y todo esto es dicho la misma noche antes de morir.
Así que, ¿el Padre enviaría al Espíritu Santo, o Jesús enviaría al Espíritu Santo?
La respuesta es sí.
El Padre enviaría al Espíritu Santo, y Jesús enviaría al Espíritu Santo.
¡Esto es importante! MUY importante.
Si prestamos bien atención a Juan 14:26, Jesús dice: “El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará EN MI NOMBRE”.
El Padre enviaría al Espíritu Santo, ¿en el nombre de quién?
En el nombre de Jesús.
Juan 14:16,26: “El Padre os dará otro Consolador... el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre”.
El Padre nos daría al Espíritu Santo a través de Jesús.
Jesús sería un mediador entre el Padre y nosotros. 1 Timoteo 2:5 dice que “hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo”.
No solo para perdón de nuestros pecados, sino también un mediador para que el Espíritu Santo venga con poder a nosotros.
Jesús intercede por nosotros para que el Padre nos conceda al Espíritu Santo.
Intercedió en oración para que el Padre nos conceda al Espíritu Santo. Juan 14:16: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador... el Espíritu de verdad”.
Intercedió con su misma vida, entregándose en la cruz para que el Padre nos conceda al Espíritu Santo (Hechos 2:32,33).
Así, podemos decir que el Padre envió al Espíritu Santo a través de Jesús. Y que cuando Jesús nos reconcilió con su Padre, no solo obtuvo nuestro perdón absoluto, sino también la promesa del Padre (Hechos 2:32,33).
¡Esta es la razón por la que todo el que cree en Jesús puede experimentar la promesa del Padre en su propia vida!
¿Crees en Jesús?
¡Puedes experimentar el poder del Espíritu Santo para ser testigo de Cristo!
¿Por qué?
Porque esto ya lo consiguió Jesús. No necesitas intentar pagar lo que ya fue pagado.
¿Crees en Jesús?
Esta promesa también es para ti: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos... hasta lo último de la tierra”.
LLEGÓ EL ESPÍRITU SANTO
Luego de estas palabras de Jesús, vimos en la sección 7 que Jesús fue arrebatado al cielo y los ángeles le dijeron a los apóstoles que Jesús volvería (Hechos 1:9-11).
10 días después, tal cual la promesa del Padre, vino el Espíritu Santo. ¿Y qué pasó?
Hechos 2:1-4:
“1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
Sin saber otros idiomas, aquellos primeros cristianos empiezan a alabar a Dios en idiomas de otros países (Hechos 2:5-11).
Esto fue tan ruidoso y llamativo que miles de personas fueron a ver qué pasaba en esa casa (Hechos 2:6).
Pedro se acercó y explicó que se estaba cumpliendo en ese momento la promesa de Dios dicha a través del profeta Joel (Hechos 2:17-21). Y que se estaba cumpliendo porque el Jesús que habían entregado a los romanos para que lo crucifiquen era el Hijo de Dios prometido: “Jesús nazareno, (que) prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole... a este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (Hechos 2:23,32,33).
Simple. Jesús era el Hijo de Dios y por eso ahora se acaba de cumplir la promesa del Padre, y fuimos llenos del Espíritu Santo.
Aquellos primeros cristianos reciben el Espíritu Santo gracias a Jesús. ¿Y de qué hablan cuando son llenos del Espíritu Santo?
De Jesús.
Jesús había dicho un día antes de morir: “El Espíritu Santo me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).
Por eso podemos decir con toda seguridad que toda persona que dice tener el Espíritu Santo y su mensaje no habla de Jesús y el evangelio; no tiene el Espíritu Santo. El Espíritu Santo glorifica a Jesús. Una persona llena del Espíritu Santo guía a los demás hacia que encuentren todo lo que Dios concedió en Jesus.
Vuelvo a decir:
Aquellos primeros cristianos reciben el Espíritu Santo GRACIAS A JESÚS. ¿Y de qué hablan cuando son llenos del Espíritu Santo?
De Jesús.
Y Pedro le dice a la multitud:
Hechos 2:38,39:
“38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.
Gracias a Jesús no solo recibimos perdón de pecados delante de Dios. Gracias a Jesús somos también llenos del Espíritu Santo.
¿Quieres ser lleno del Espíritu Santo?
Cree en Jesús y cree que gracias a ÉL el Espíritu Santo llena tu vida de su poder.
Hechos 2:39:
“Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.
Para nosotros también.
¿Cuál fue el resultado de todo esto?
Hechos 2:41:
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”.
Tres mil personas pasaron de muerte a vida, de tinieblas a luz, de la potestad de Satanás al reino de Dios. 3000 personas salvadas por una sola predicación.
¿Cómo?
Jesús dijo antes de morir: "Cuando venga el Consolador... él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también" (Juan 15:26,27). Ese día de Pentecostés el Espíritu Santo estaba dando testimonio junto con la Iglesia y 3000 personas fueron salvadas.
Ahora los apóstoles eran testigos de Cristo llenos de poder. El poder es la capacidad para hacer lo que Dios te llamó a hacer en esta vida.
¿Qué es el motor de un auto?
La capacidad para que éste pueda andar.
Sin motor, puede ser muy moderno, muy amplio, muy bonito, muy cómodo, muy seguro, pero nunca podrá andar.
El motor es su poder, su capacidad de poder andar.
Así el Espíritu Santo nos es dado a los creyentes para que podamos hacer lo que es imposible para nosotros.
El poder del Espíritu Santo es la misma capacidad que estaba en Jesús en su ministerio terrenal.
Filipenses 2:7 dice que Jesús, al hacerse semejante a los hombres, se despojó a sí mismo de su gloria y del uso de su poder. Por lo que Jesus dependió por completo del poder del Espíritu Santo. Todo su ministerio terrenal fue desarrollado en el poder del Espíritu Santo (Lucas 4:14-19), y aún su entrega en la muerte de cruz fue en la ayuda del Espíritu Santo (Hebreos 9:13,14).
Hechos 10:37,38 (Pedro predicando en la casa de Cornelio):
“37 Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan:
38 cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Podemos decir con toda seguridad que desde ese día de Pentecostés en el que vino el Espíritu Santo, Pedro predicó y 3000 personas rindieron sus vidas a Cristo; desde ese día, gracias a Cristo, se le concedió a la Iglesia el mismo poder que estaba en el ministerio terrenal de Jesús: el poder del Espíritu Santo, con todos sus dones vigentes (1 Corintios 12-14), milagros, sanidades e imposibles hechos realidad. La voluntad de Dios de obrar así a través de su Espíritu no ha cesado ni apenas disminuido.
Desde ese día de Pentecostés está disponible el poder del Espíritu Santo para todo aquel que cree en Jesús.
No es suficiente ser salvos en Cristo, no es suficiente bautizarse en agua, no es suficiente conocer la Palabra; para cumplir la misión que Jesús nos dio necesitamos la capacidad que sólo el Espíritu Santo puede dar. Solo podemos si el Espíritu Santo da testimonio junto con nosotros.
Samuel Chadwick, el pastor inglés de finales del siglo 19 y principios del siglo 20 acertadamente dijo que: “Bajo la influencia (del Espíritu Santo) los débiles se vuelven como David.
Un evangelio de segunda mano no obra milagros. El único poder que es adecuado para la vida cristiana y la obra cristiana es el poder del Espíritu Santo” (“The Way to Pentecost”).
El Espíritu Santo es quien convence de pecado, de justicia y juicio (Juan 16:8-11), el agente sobrenatural en la regeneración (Tito 3:5; Juan 3:3) quién da poder para ser testigos efectivos de Jesús (Hechos 1:8), y quien guía la oración de los creyentes "porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Romanos 8:26,27). ÉL es la fuerza diaria de la Iglesia aquí en la tierra (Romanos 8:5-16; Hechos 9:31; 2 Timoteo 1:6-8; 1 Pedro 4:11 ).
El Espíritu Santo es quien “enseña todas las cosas” (Juan 14:26) y nos “guía a toda la verdad” (Juan 16:13). ÉL “todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:10) y nos hace saber “lo que Dios nos ha concedido” (1 Corintios 2:12).
El Espíritu Santo “alumbra los ojos de nuestro entendimiento, para que (sepamos) cual es la esperanza a que él nos ha llamado y cuales las riquezas de la gloria de la herencia en los santos, y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros” (Efesios 1:15-23). ÉL es quien nos fortalece “en el hombre interior” (Efesios 3:16).
No somos llamados a una tarea conforme a nuestra capacidad. ¡NO!
Somos llamados a misiones conforme a la capacidad del Espíritu Santo.
A esto se refería el apóstol Pablo cuando escribió a los corintios: "no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios" (2 Corintios 3:5).
Sin duda no basta con ser correcto y estar en lo correcto. ¡Lo correcto también tiene que estar impulsado por el Espíritu de Dios!
La obra más plena, más poderosa y más extensa, jamás experimentada por el pueblo de Dios está disponible. ¡Y es una parte central en el evangelio!
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